viernes, 8 de octubre de 2010

Al traidor que se obliga a traicionar


¿Por qué nos sentimos traicionados con la imagen fotográfica cuando ella desde un principio miente para agradarnos? No la culpemos, para eso nació. Pues tuvo su origen en la ingenuidad esperanza de que a través del visor neutral de una maquina, de un lente, de un mecanismo de impresión tan sencillo y a la vez tan directo, lograría una imagen “real” de lo que su creador es, de lo que su creador ve. Pero finalmente lo que consiguió fue un reflejo, y en vez de una maquina neutra, como toda herramienta, encontró una extensión de su propia visión. Parece más bien un amor platónico el perseguir una imagen 100% neutra, toda imagen “tomada” por una cámara, está siendo manipulada, desde la toma, desde el disparo, desde el enfoque, todo lo que ella es, es decisión del que esta atrás de ella. ¿Será que esa latente persecución de la imagen, es, porque realmente, se está buscando la verdad en ella? Puede ser cualquiera, pero que lo sea. Pero eso es lo que espera la gente que la ve, deposita ciegamente su fe verídica en ella, pues esperamos la misma certeza con la que se observa el mundo cada día al despertar. Sin embargo, los fotógrafos, los hacedores de estas imágenes que tanto se ansían y tanto se consumen, son los primeros en anunciar que eso no es verdad.

Toda fotografía es falsa, no en ella misma, sino en lo que se trata de indagar en ella. Un tema recurrente en el libro, es la memoria, el tiempo y la verdad, todas estas obsesiones del género humano al parecer dieron la aseveración de que una fotografía no miente. Y justamente todo lo que en ella se busca no es. Ya hemos hablado un poco de la verdad, ahora toma el turno del acto de prensar el tiempo.

“la fotografía no es un arte sino un combate contra el tiempo y el olvido. Si la escritura es el mal para la memoria, la foto podría ser el acabose, porque aparte de suplantarla, la re-escribe. Con la foto, me refiero a la impresión, al objeto que es fin del acto de la toma, y que no necesariamente, es lo misma imagen que el fotógrafo tenía delante de él. Durante ese trayecto, la imagen pasa por muchas posibles transfiguraciones, retoques, cortes, montajes etc., que terminan desviándola de su origen formal, pero no discursivo. El fotógrafo termina siendo alguien que quiere enunciar algo, y para decirlo, tiene que agregarlo. La imagen aun siendo fotográfica, es simbólica, su lectura queda entre lo que uno como espectador, puede, quiere y espera ver a través de ella. Como escritura no es totalmente clara, ese no es el problema sino que se espera que lo sea, y sin embargo el peso visual que tiene puede llevar a remplazar recuerdos, y memorias, puesto que todas ellas son imágenes mentales acumuladas, haciendo que la repetición de ella la haga más verídica que el recuerdo mismo.

El tiempo… la eterna obsesión del hombre por capturarla. Fontcuberta elige el ejemplo perfecto para ilustrarla Cinerama Dome de Sugimoto, la película registra, técnicamente la duración de un film que es proyectado y mientras es testigo de lo que sucede dentro de la sala mientras es proyectada, pero irónicamente, no sale nada en la foto. No hay presencia ni del film, ni de lo que sucedió, si es que algo paso. Sugimoto quizá no consiguió capturar el tiempo que se ansia poseer, pero logra reflejarnos lo absurdo de este intento, exagerándolo para nosotros y así notarlo.

En estas tres obsesiones que se busca resolver como desesperados a través de la fotografía, se encuentra que son ingenuas estas aspiraciones; sin embargo, no por ello desprestigiamos a la fotografía, si no al contrario, encontramos cada vez más riqueza en ellas y las posibilidades forma ticas que ella ofrece, imágenes que al tratar de encerrarlas en lo real, se escapan de él, que incluso osan ir más allá, entrando en campos que pareciera que no les compete.

Si es verdad que toda fotografía es una mentira, no lo es en lo que dice, solo se basa en la mentira, para que se descubra una verdad, pues no hay mentira en lo que cada uno siente cuando se enfrenta a una de ellas.

p.d. Al terminar de leer a Fontcuberta quedan más incertidumbres que certezas.

No hay comentarios: